WATKINS, AMANDA
'Hace más de veinte años cuando don Joel Luna comenzó a transmitir en la XEH las cumbias que se importaban a la ciudad, nunca imaginó lo que provocaría'. En Monterrey se escuchaban corridos y pop gringo, pero como sucedió con el rythm and blues en Jamaica en los años sesenta, la colección de música colombiana de este disk jockey puso a cientos de jóvenes a bailar los ritmos alegres de la cumbia y se convirtió en el himno de los barrios bajos de la capital del estado. En las calles y en el transporte público comenzaron a aparecer grupos de jóvenes con instrumentos musicales improvisados. Botellas como güiros, acordeones oxidados, cajas de madera. Interpretaban sus propias versiones de los ritmos colombianos, imitando lo que escuchaban en la radio, dándole un toque norteño a la cumbia, al porro, al vallenato, a la puya y el merengue. La Dinastía de los Durán, Los Zuleta, Andrés Landeros y Pacho Rada, Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez, Aniceto Molina y Aníbal Velázquez, fueron algunos de los primero cantantes colombianos que, en los años setenta, introdujeron este tipo de música en Monterrey. No tenían más que un ritmo que los sacudía y un par de acetatos. A miles de kilómetros de Valledupar, crearon su código desde cero. Se inventaron su propia manera de bailar, de vestir, de comunicarse. "Algo que no es ni colombiano ni norteño. Es muy punk y, al mismo tiempo, tropical. Es una mezcla de la moda de los cholos chicanos de Los Ángeles con una idea romántica y tropical de Colombia'. Muchos de ellos usan playeras hawaianas o de cuadros, shorts Dickies gigantescos y Converse. De su cuello cuelgan escapularios con imágenes religiosas, como la de San Judas Tadeo y la Virgen de Guadalupe. El amarillo, azul y rojo los colores de la bandera colombiana- se repiten en las cachuchas, los tenis, las pañoletas, los llaveros y los peinados son extraordinariamente originales. 'Los 'colombianos regios' son punks cumbiancheros double jointed que bailan con la agilidad de un breakdancero de Brooklyn y el flavor de un bailongo en Barranquilla. Al bailar, parecen no tocar el suelo, y con las manos hacen señas tan crípticas como las leyendas de sus gigantescos escapularios de chaquira hechos en casa. En el remolino de la pista de baile, hay chicas que mueven las caderas tan bien que alguien las tendría que asegurar, como Heidi Klum a sus piernas. Esta subcultura ha mantenido la industria del gel para pelo a flote con peinados que ni siquiera el calor infernal regio logra derretir. Con sus enormes pantalones kaki perfectamente planchados, sus imágenes de San Judas y sus peinados alucinantes, son el movimiento juvenil más auténtico y emocionante que hay en esta ciudad'.