OQUENDO TORRES, HUGO
En los cuentos de Hugo Oquendo hay dolor, sangre, sal, y un signo que nos interroga. Hay un país, una región, una historia que deja de ser historia y se convierte en paisaje amargo. Un pliegue oscuro, enérgico, sin embargo, que el lector no logra desestimar. Un filo, como el del alba que nos encuentra cansados y un poco agonizantes, marca la diferencia. El sol será otro, entonces. Un sol contradictorio y sugerente cuya clave sirve de apoyo a estas líneas, al alfabeto pasado y presente que arde en los ojos transformado.
Decir, gritar, cantar con labios apretados la canción del mar y del abismo que lo sustenta. De la soledad que encierra. Del juego, a veces casto, a veces terrible. Un pequeño animal sin nombre enciende con su vaho cada instante de su escritura. Relampaguea, como un rayo inconcluso, bajo tierra. Si uno está atento, la chispa quema el borde de los ojos, su mirada crítica.
Hugo Oquendo arriesga todo lo que no se puede arriesgar. La palabra al margen, la historia que arde en el corazón, la capacidad de decir algo cuando toda realidad acecha vigilante, amante de la censura. Cuando oponen una aguja y un hilo de cáñamo a la boca entreabierta que murmura un nombre, una verdad, un silencio.
Estamos como en la orilla de altamar con este libro. En la ola que se abisma. No hay momento para detenerse a pensar. Una imagen tras otra, un suceso que es la vida, su posibilidad, en un segundo. No se puede esperar nada que no sea el vértigo de un lenguaje en emergencia, en riesgo, en el vaivén espumeante de las aguas, oscuras y acezantes, revueltas, fecundas, inciertas