OSPINA, WILLIAM
Me sorprendió que la erupción de un volcán a mediados de 1815, en Indonesia, hubiera sido una de las causas recientes del nacimiento en Occidente de la moderna leyenda del vampiro y de la pesadilla del ser viviente hecho con fragmentos de cadáveres. Sentí el extraño agrado de ver cómo se unían en una sola historia, que yo presentía vagamente, las vidas de Byron y Shelley con la catástrofe de una erupción
volcánica en los mares del sur, con un tsunami en las
costas de Bali, con esa nube de azufre y ceniza y cristales volcánicos que ennegreció el cielo de la península de Indochina y que los monzones se fueron llevando hacia el norte, desatando el cólera en la India y ahogando muchedumbres en las inundaciones del Yangtsé y del río Amarillo. Aquella historia unía cosas extremas, abarcaba medio mundo, conjugaba
fenómenos geológicos y meteorológicos con hechos
históricos, personajes literarios y criaturas fantásticas.
Algo nos hace pensar que este maravilloso libro, como
la criatura Frankenstein, no tuvo infancia, pero también, como el señor vampiro, está fuera del tiempo.