FACUSEH, MONIQUE
¿De qué extraña materia está hecho ese territorio del que nos habla Monique Facuseh en La luz endeble, su décimo libro de poemas? Ese almario donde se encuentran las letras, esa inmensidad tan propia, como la definiera Gastón Bachelard, esa caja de resonancia en el pecho, esas formas del silencio desde las cuales la poeta escribe y que tanto incomodan a quienes apenas escuchan a las mujeres decir.
Desde la introspección y sin temor al dolor que sobreviene en cada línea, la autora habla de pérdidas que, como las piedras, van siendo erosionadas por la lluvia y el viento. Ausencias tocadas por el hielo, dispersas, vueltas arcilla, arena y sedimento. La misma acción de la escritura, el cántaro del que nos habla Ida Vitale: La poesía es la intimidad que coincide con la intimidad de otros. Facuseh habla de la muerte, pero también del miedo, del exilio, la orfandad y el deseo, del arte y su belleza, guardada la distancia, fuera del cuarto oscuro, donde lo observado se transforma. Podría considerarse la suya una poética de la experiencia, un regreso a la soledad, a la morada infinita, un hacer propio, un vivir en un espacio habitado por ella, pero construido a partir de la polifonía de voces que la atraviesan, que la iluminan, que vienen de atrás, de todos los tiempos, en contravía de los meses que avanzan como agujas del mismo reloj. Voces titilantes, murmullos en cada instante.