CLAUDIA BURR
Con algo de José Guadalupe Posada y de Diego Rivera, y mucho y muy valioso de sí mismo, Fernando Robles nos entrega el delirio de las pulquerías, en donde se iniciaron los primeros gritos de la Revolución de 1910 y en las que todo puede suceder. Desbordada y lujuriosa, la pintura de Robles nos remite a las soldaderas y a sus heroicos Juanes que iban a la guerra como quien va al baile. ¿Fue la Revolución la fiesta de las balas? Fernando Robles lo comprueba.