Los doce relatos que conforman Un día es un día siguen a distintas mujeres en el devenir de los años, empezando por la infancia, siguiendo con la madurez, para llegar finalmente a una vejez trufada de sabiduría y humor.
Sus protagonistas se llaman a veces Betty, otras Ronette o Sally, y no podrían ser más distintas la una de la otra, pero ahí están, hablando de sí mismas y de su relación con los hombres como si fueran un cuerpo compacto, que desfila algo atolondrado por los primeros sinsabores de la adolescencia y luego camina vacilando por los años del matrimonio, de la maternidad y del divorcio. Luego, cuando nos parezca que casi todo está dicho, vamos a toparnos con la mirada irónica de unas espléndidas señoras de cabello blanco, que saben muy bien cuánto han perdido, aunque ya poco les importe porque... un día es un día, y lo que antes nos pareció capricho o locura, ahora, después de tantos años, solo merece una sonrisa piadosa.
Abren y cierran este recorrido dos relatos autobiográficos que hablan de los padres de Margaret Atwood y son un regalo para la inteligencia y la emoción del lector.
«Todos tenemos guardadas distintas versiones de nuestras vidas, aunque nos las contemos solo a nosotros mismos. Y las corregimos a medida que avanzamos.»
Margaret Atwood