VAUGHAN, FELIPE
Felipe Vaughan habla claro, su dicción es precisa, transparencia pura, apartando con delicadeza, casi con dulzura, nuestra pena, pena humana del mundo, delicada esperanza que a él nos ata, por lealtad y tal vez con dolor, a la vida, que ha sabido cruzar sombras y sombras hasta ver la hora del alba, muy adentro, profunda, naciendo lastimada de amor en un alma, en un alma más, como noble mascarón de proa, con los ojos abiertos a la tormenta, de luz y sueño, del asombro del tiempo y su misterio, en pleno rostro, entre la niebla.
Ahora que comienzo a internarme en el tiempo, y en mí mismo, pienso que tal vez el umbral sea recordar: volver a comenzar.
Bello libro este, difícil de asir desde afuera, sólo podemos dejarlo ser: Viento, luna, no tarden....
Santiago Mutis